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Sexta sinfonía “Elegía heroica”

  • Foto del escritor: Luis Vicente Rodríguez
    Luis Vicente Rodríguez
  • 30 ago 2016
  • 2 Min. de lectura

Sexta sinfonía “Elegía heroica”, para soprano, coro mixto y orquesta sinfónica, Opus 62 (2013), con textos de Victor Hugo y Sergio Berlioz

El sitio de la ciudad de Puebla (16 de marzo-17 de mayo de 1863), 62 días de sufrimiento, guerra y hambre que enfrentó a sus habitantes a vivir lo indecible, mientras el Ejército de Oriente luchaba contra el ejército invasor francés al año de la gran victoria de los primeros contra éstos últimos en la batalla del 5 de mayo de 1862. Una defensa y un cerco que a sabiendas ejército y población de las pocas posibilidades de salir victoriosos, lo enfrentaron con orgullo y valentía y por lo que deberíamos de estar conscientes por el arrojo de toda esta gente y que forma parte de nuestra conciencia colectiva como nación.

Al escribir sobre este hecho sabía que la obra sería coral, buscando -apoyado siempre por historiadores- toda la bibliografía posible para encontrar las palabras por musicalizar, teniendo ante el fracaso de mi empeño, que ser yo mismo el autor de las palabras que pongo a la solista y el coro, pero algo importante, la palabra no era la rectora de la idea musical, sino su impulso, de ahí que no tendría nunca la estructura de una cantata u oratorio, sino de una sinfonía con su fuente primaria: el sonido instrumental y la forma de cuatro movimientos que se tocan de forma ininterrumpida, los cuales evocan cuatro momentos representativos del sitio:

El primer movimiento evoca la invasión con su cerco de fuego y hambre, el segundo movimiento (punto de partida donde nació toda la obra) es una canción de cuna, percibiendo en primera persona el dolor íntimo de una madre con su hijo hambriento; el tercer movimiento es la evocación de una Puebla entre el orgullo y la desesperación, utilizando sus más emblemáticos elementos, como sus templos, artesanías y hogares: “Puebla preciosa, de oro, mirra e incienso; de geométrica talavera y patios con flores”, y el llamado del héroe faltante en esta contienda, muerto pocos meses antes: “El fantasma de Zaragoza cabalga tus calles, exalta de heroísmo a los heridos, levanta monumentos a los muertos y consagra a generales con la espada flamígera del arcángel crispado”, y finalmente la esperanza de una pronta liberación, ésta última, evocando el carruaje negro que no es otro que el del presidente Benito Juárez, porque a diferencia de nosotros que sabemos el final de la historia cuatro años más tarde con la caída del efímero imperio de Maximiliano, los personajes de esta sinfonía no lo saben todavía.

El círculo de fuego Después de una dramática introducción, el cerco se estrecha poco a poco, hasta escuchar las diez campanadas: son las diez de la mañana del 24 de marzo cuando inicia la contienda. No imito una batalla sino el interior de los hombres, no me interesa el sable sino la mano que lo empuña. Dos fuerzas prevalecen durante el primer movimiento: el soldado anónimo contemplado a lo lejos, como masa de fuerzas de países antagónicos y el rostro humano de la tragedia: ambas partes serán llorados en particular por sus familias, por ello al final del movimiento hago una breve cita el poema “Sol poniente” de Victor Hugo en que pongo en boca de los soldados franceses su temor.

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