Desde pequeños nos comportamos o procedemos de una manera determinada para comunicarnos, relacionarnos, reclamar o manifestar necesidades. Y qué tal, solo una parte lúdica como parte misma de la vida. Acunamos la muñeca, imitamos la sirena del bombero, onomatopeya en el choque de dos autitos o en cuatro patas ladramos y sacamos la lengua.
Papel de mala ante un enojo, papel de triste para conseguir un capricho o hacerse el dormido cuando se avecina el reto.
Comportarse de una manera determinada que presenta un individuo ante su entorno lo solemos denominar como "actuar".
Actuamos libres, honestamente, responsables, respetuosos, obligados, falsamente, deshonestos, tranquilos, etcétera.
Obramos de tal o cual manera según nuestra ética, acciones que se reflejan en obrar de forma individual o forma social. Para Aristóteles existían tres niveles en el obrar, el obrar del individuo, el obrar de la familia y el obrar de la sociedad.
Valores transmitidos de generación en generación, que hoy, vamos desaprendiendo para volver a aprender, ensayando y errando, adaptando la actuación a la que mejor resultado nos derive.
¿Actuamos para vivir o vivimos para actuar? ¿Cómo expresar en palabras sin representar? sin actuar, sin obrar!!!! ¿Quién puede poner en duda que actuamos para vivir? ¿Quién puede cuestionar que se puede vivir para actuar? ¿Quién tiene la capacidad de discernir la veracidad de alguna, o ambas?
Yo actúo para vivir desde la capacidad, el reconocimiento, el aprendizaje, las experiencias, las emociones, las relaciones, la autonomía, la mirada en cada situación hipotetizando el resultado, eligiendo, en constante adaptación, acomodación e integración con el objetivo de crecimiento en desarrollo personal que me lleve a la felicidad.
Pero... vivo para actuar porque estoy viva, porque existo, porque habito un lugar, porque conllevo a una persona obrando de una manera con cierto estilo creando mi personaje, porque soy mi propia inspiración, soy mi presente más leal, auténtico, desbordando la barrera del dolor, capaz de dominar la voluntad perturbando la razón explayándome en el amor, el odio, la ira, la risa, el llanto y en ese silencio que dice tanto como una mirada sin guion. Confiando en mi par, sosteniéndonos, agudizando los sentidos al sentir el calor de las luces, la humedad en las manos, el corazón agitado, las marcas de sal en las mejillas, el aroma de cada lugar como souvenir y el grito sordo de quiero compartir esta pasión, mi pasión como objetivo de crecimiento en desarrollo personal que me lleve a la felicidad, con una cuota de plus que nos enseña a actuar para vivir.
Un día, una tarde, una noche, nos fueron aquietando, apagaron las luces y bajaron telón. Lo bueno es que tuvimos más funciones y seguimos actuando para vivir, lo malo, es que los directores de la vida pusieron en ella los mismos personajes, casi diría, robotizados. Salíamos los mismos días, a una misma hora y a lugares predestinados a satisfacer las mismas necesidades esenciales bajo una mirada sin lupa. En un escenario sin público, en calles desiertas, negocios, bares, teatros, cines cerrados, en parques sin risas, iglesias frías, en escuelas oscuras con hambre y sed.
Bueno, en realidad, los que actuaban de jugadores de fútbol para vivir, entre otra minoría, tuvieron la dicha de ser las mejores obras de época actual.
Entonces, ¿actuamos para vivir o vivimos para actuar?
Por: Bibiana Iriel Bartolomé - Actriz - Rosario Santa Fe. Argentina
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