LA CASA DE BERNARDA ALBA
El pasado 30 de marzo la compañía Teatrilleros presentó "La casa de Bernarda Alba" en el Teatro de la Ciudad, dentro del programa Miércoles de Todos al Teatro, impulsado por la comunidad teatral, la Red Nuclear de Creación y el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla.
"La casa de Bernarda Alba", escrita en 1936, es una de las obras más representativas del dramaturgo español Federico García Lorca que habla de la libertad frente a la opresión sistémica, encarnadas en Adela y su madre Bernarda, respectivamente. Después de la muerte del segundo marido de Bernarda, Angustias la hija mayor, es la única con posibilidades de arreglar un matrimonio, abriendo paso a las envidias de sus hermanas, quienes ven cada vez más lejana la posibilidad de salir del encierro al que las someten su madre y la sociedad. En un mundo organizado alrededor de la posesión, Adela será capaz de enfrentarse a todos en nombre del amor.
Antes de hablar de esta puesta en escena, es necesario recalcar dos cosas: una, que la que redacta estas líneas ya había visto la obra cuando estuvieron en temporada en La Rekámara Teatro Íntimo; dos, que en este blog se hizo una crítica a la puesta en escena "El árbol", que forma parte del repertorio de la misma compañía.
Teatrilleros cuenta con una línea de trabajo muy definida al hacer teatro: apuesta por textos de autores clásicos, siendo fieles a los mismos y a los contextos en los que se desarrollaron las obras desde el plano estético; en ocasiones, de manera intencional o no, el público encuentra en la obra algo que lo conecta con la actualidad y eso es plausible.
En "La casa de Bernarda Alba" el papel de la mujer es sustancial desde la dramaturgia pues todos los personajes son femeninos y con nombres peculiares llenos de simbolismos como la obra misma (Bernarda, Poncia, Angustias, Adela, Martirio, Magdalena, Amelia, María Josefa, etc.); el único personaje masculino (Pepe El Romano) nunca aparece en escena y desata un caos en la obra. El presentar una obra como ésta en la actualidad hace cuestionar la vigencia del machismo y la misoginia arraigados tanto en la mujer como en la sociedad además de la violencia de género.
La puesta en escena tuvo una buena adaptación de la obra original que cuenta la anécdota de principio a fin con algunas transiciones que se hacen largas y que demeritan el ritmo en escena; precisamente en este sentido es que Ángeles Sánchez -en el personaje de La Poncia- juega un papel brillante al sacar a la obra del letargo en el que por momentos cae, presentando un personaje lleno de vida, imágenes y matices con el que mantiene la atención del espectador todo el tiempo. Destaca también Andrea Solís por darle al personaje de Adela el justo equilibrio entre la inocencia y sensualidad.
En el papel de Bernarda se encuentra Margarita Cuétara que cumple con las características que un personaje así requiere pero que a nivel de presencia y energía se siente muy bajo. De hecho, el haber trasladado la obra de un espacio íntimo como lo es el Teatro La Rekámara a un espacio a la italiana como el Teatro de la Ciudad afectó al montaje en la resolución escenográfica, la iluminación, la energía actoral y la proyección de la voz en algunas actrices.
Algunos elementos escenográficos fueron agregados para esta función (las cinco sillas que se mantuvieron elevadas en el aire durante toda la obra y la puerta de madera) y no quedaron claros, ¿eran necesarios para completar el discurso de la dirección o sólo para rellenar el espacio teatral? En general, la puesta en escena queda a deber en la dirección de Alfredo Cruz Colín pero se apoya bastante en las actuaciones. Habrá que hallar un balance. Al terminar la función, el público que llenó el Teatro de la Ciudad aplaudió el merecido reconocimiento a la trayectoria actoral que se les hizo a Margarita Cuétara y Ángeles Sánchez.
Por Karla Ibarra
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