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Mi persona favorita: De cohetes, amor entre mujeres y otras promesas de fuego.

Por Eglón Mendoza





Las huellas son una producción del espíritu, así como el rostro es una expresión del cuerpo.

  • San Agustín


Artemisa es una diosa griega distinta a las demás, ni los amoríos o la belleza significaban la mayor de sus preocupaciones. Su mito relata que después de haber sido azotada por Hera, cuando solo era una niña, Artemisa pidió 9 deseos, dentro de los cuales quisiera destacar los siguientes: tener arco y flechas; que ninguna ciudad fuese dedicada a ella; y poder ayudar a las mujeres en sus labores de parto. Sin duda, el mito de Artemisa lo encontramos en la vida contemporánea de nuestra sociedad; particularmente en los movimientos de mujeres que luchan por los derechos de otras mujeres, y que sobre todo luchan para sobrevivir a este país feminicida y heteropatriarcal.


Esa es la potencia que encierran las protagonistas de Mi persona favorita, un texto de Roberto Jiménez.





Andy y Laura son dos hermanas que se impactan directo y a la cara con la violencia. ¡No hay opción! De hecho, se trata de una violencia heredada por su padre, y que además es consentida por el sistema social y político. Laura, en busca de un mejor futuro para ella y Andy, decide accionar… Ambas construyen en su imaginario el cohete espacial Artemisa 1, dentro del cual viajarán a un planeta donde ahora sí, puedan VIVIR. Después de tomar algunas malas decisiones, Laura acabará frente a una situación límite, cuyo resultado no duele ni más, ni duele menos. Es igual, el dolor es igual. Un dolor ya conocido. El de la violencia que nunca se va, o de la que nunca nos vamos. La de todos los días… (DÓNDE NO HAY FUTURO).


Mi persona favorita tuvo su estreno el pasado 3 de marzo del 2022 en la sala teatro Luis Cabrera. Dirigida por Eduardo Furiatti y producida por Karla Ibarra. Con las actuaciones de Analu Mendoza y Paola B. Higareda (alternando próximas funciones Fabiola Ruiz y María Y. Guerrero). Bajo el sello de la compañía poblana Teatro Escarlata.


Al salir de la función, fue inevitable no recordar aquellas experiencias tras bambalinas en un estreno. Las expectativas entorno a lo que está a punto de ocurrir. Los nervios que producen esas expectativas. La preocupación en taquilla. Y la espera. Particularmente la del actor/actriz y la del espectador/a; quiénes en los hechos, están a la espera de un encuentro que le de sentido a la reunión misma. Esa tarde, en mi condición de espectador, salí de la sala vibrante y confundido.



Sigo apostando por hacer un teatro pensando en el espectador/a. No se puede hacer teatro de otra manera, ni antes y mucho menos ahora. Este es mi punto de partida: ¿Cuál es la pertinencia de un texto dramático en el contexto? ¿Cuál es la responsabilidad que tiene un actor/actriz con el espectador/a? ¿Qué ocurre con la producción teatral en Puebla?

Tanto Ibarra como Furiatti coinciden en el letmotiv que les lleva a trabajar en la puesta en escena de Mi persona Favorita: el contexto de violencia en México. El sufrimiento colectivo de la humanidad en la que nos hemos convertido. Un sufrimiento al que parecemos habernos acostumbrado. ¿De verdad la violencia ya no nos provoca nada?


Furiatti, cuya historia personal se divide entre México y Colombia, quería trabajar con un texto que abordará una problemática que ambas naciones sufrieran, y de paso (por si fuera poco), generar una reflexión en el espectador/a sobre la normalización de la violencia. Así pues, la historia de Andy y Laura, hijas de un ex guerrillero colombiano, que intentan sobrevivir a los estigmas sociales y a los estragos que ha dejado un conflicto, donde el mayor costo ha sido conseguir la paz; nos lleva a encontrar similitudes con el contexto mexicano. Y en el centro de la escena, aparecen las mujeres, las niñas que han tenido que aprender a vivir en una guerra. De tal suerte que la pertinencia de representar el texto de Jiménez, me resulta clara, obvia y necesaria, en el contexto de un país donde existen niños sicarios; se disuelven y se cercenan cuerpos; más de 10 mujeres son asesinadas al día; y el 77% de los homicidios son cometidos por riñas y venganzas. ¿Cuándo fue la última vez que saliste del teatro y dijiste, este mundo tiene que cambiar?


La vida está llena de signos. Gracias a los signos nos podemos relacionar con el mundo y con nuestras pares. Los signos en el teatro son vitales para la representación teatral. Lo anterior sucede a través de un cuerpo que se sustenta y se mueve. Este cuerpo es el del actor/actriz. Mendoza, quien representa a Andy, tiene claro que el cuerpo y su resistencia son importantes en el entrenamiento de una actriz. Un entrenamiento que como dice Jurij Alschitz, es para siempre. Por otra parte, Higareda, quien interpreta a Laura, considera que la investigación es una de las tareas más importantes en su entrenamiento como actriz. Lo cual me lleva a recordar a esa extraña criatura que señala Fernanda del Monte: la del artista investigador.


En la función de estreno el signo más poderoso fue el cohete Artemisa 1, el cual se mantiene estoico en la escena de principio a fin, como un recordatorio de la promesa de algo mejor (OTROS MUNDOS SON POSIBLES). Sin embargo, los signos que se valen sobre todo de la expresividad, del gesto, de la voz, de la respiración que se vuelve pensamiento y movimiento, no estuvieron.


Uno de los signos que hicieron falta para entender desde el principio el contexto de las protagonistas, es el acento colombiano. Las actrices mantienen un acento neutro, con lo que cualquiera podría concluir que la acción dramática sucede en México, cuando no es así. La energía de Mendoza favorece la conexión del espectador con el universo de Andy, una niña que confía en el futuro. Mientras que Higareda parece contener en todo momento la emoción, es como si no quisiera permitirle al espectador entender eso que ocurre en el tren de pensamiento de Laura. Ambas actrices avanzan con prisa, hay textos que pasan inadvertidos. A la mitad de la obra, el caos reina en el espacio vacío sobre el que las actrices intentan construir signos que no logran ni comunicar ni darle sentido a la potencia, a la entraña de estas hermanas. Quizá es hasta el final de la obra, dónde consiguen un nivel de tensión que alcanza a incomodar a los/las espectadoras presentes. Imagino que la duda en la sala de quienes asistimos al estreno es la misma: ¿Laura será capaz de hacerlo? Pero la duda que más me preocupa como gente de teatro es otra: ¿Con qué frecuencia el espectador/a sale confundido del teatro?


La responsabilidad de un actor/actriz cuando está a punto de entrar a la escena, es con el público. El público que se toma el tiempo para llegar a la función, que paga un ticket, y que por las razones que sea, está ahí. El actor/actriz es responsable de facilitar la comprensión de todo el trabajo que hay detrás de una puesta en escena, provocar cierta tranquilidad en el espectador/a de que todo saldrá bien, que el actor/actriz se hará cargo. En este caso, tal responsabilidad no estuvo del todo. Hace falta (siempre) algo más que el talento, o el puro amor al teatro. ¿Por qué la sociedad en la que vivimos no le exige la misma responsabilidad profesional a un actor/actriz, como se la exige a un neurocirujano (por ejemplo)?


Por otro lado, la producción a cargo de Karla Ibarra deja en claro la determinación de esta mujer de teatro, para contribuir a los cambios que requiere la industria y la gestión teatral poblana. Ibarra refiere que históricamente la figura del productor/a la ejercía el mismo director de escena, o incluso los actores. ¡Esto ya cambio! Cada vez es más frecuente que entre los créditos de una puesta en escena se incluya el de la persona que se hace cargo de la materialización de una idea, de convertir todo el trabajo y la manufactura requerida, en un producto cultural de calidad y valor sociocultural.


Mi persona favorita arrancará próximamente temporada, todos los viernes de mayo a las 21:00 horas en Puro Drama.


Esto apenas es el comienzo. Como bien se sabe, una vez que los ensayos terminan e inician las funciones, otros procesos creativos tienen oportunidad de comenzar. El teatro nunca es una cosa finita. Además, no hay que olvidar que la huella que el teatro nos puede dejar impresa en la mente (eso que podríamos llamar la experiencia estética), nunca es la misma, siempre es otra. Esto lo saben tanto quienes asisten al teatro como quienes trabajan en él.


¡Mucha mierda!

Para Teatro Escarlata.

Para las actrices.

Para la productora.

Para el director.

¡A volar alto!

Que el Teatro nos siga reuniendo.


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