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Hace unos meses, cuando la pandemia empezaba, pensábamos que el teatro iba a parar, pero eso no sucedió. Ante el miedo de no hacer teatro surgió este paliativo que ahora llamamos teatro virtual, o ficstream o puestas en digitalidad o como sea que decidamos llamarlo. Pero ¿esto significó una verdadera transformación interna del teatro?
Pareciera que por la premura no se indagó en los verdaderos cambios a los que el teatro se estaba enfrentando. ¿Por qué la insistencia de hacer teatro convencional de manera virtual si son dos lenguajes totalmente diferentes? El realismo en la pantalla es un lenguaje que el cine tiene muy bien dominado, y nosotros, hacedores de teatro, apenas lo estamos conociendo. Siendo así, ¿qué podría aportar el teatro a la virtualidad?, ¿cuál sería la diferencia entre hacer teatro virtual y hacer cine?
La teatralidad virtual amerita construcciones de lenguaje distintas a las del teatro presencial. Tener conversaciones por Zoom no es acción. No todo es sentarse frente a la pantalla y hablar. ¿Qué hay del cuerpo a través de la virtualidad? Esta plataforma digital no soporta que un texto realista sea lo único que lo construya. Se apoya de otros recursos. Quizás haya que dejar de pensar el texto como un elemento central del teatro.
El ritmo del acontecimiento es otro, el tiempo de atención de un espectador frente a la pantalla también es distinto. ¿Cómo podríamos hacer de esta nueva posibilidad un acontecimiento y no solo una expectación? ¿Se puede generar un convivio que transgreda al espectador a través de la virtualidad o definitivamente no?
Percibo que se accionó sin antes cuestionar verdaderamente qué queríamos hacer ante el abismo al que nos enfrentamos cuando todos los teatros cerraron. ¿Pero dicha acción surgió de la necesidad de no dejar morir el teatro o por las verdaderas ganas de explotar el terreno virtual? ¿Y si esto se quedara así para siempre? ¿Aceptaríamos que la virtualidad fuera la única forma de hacer teatro? ¿Es de verdad la única posibilidad?
Hay muchas preguntas entorno al teatro virtual y estamos lejos de saber qué es esta nueva teatralidad virtual y cómo funciona. ¡Perfecto! Tenemos que acercarnos a ella para conocerla, pero para ello hay que explorarla y no forzar hacer lo habitual. Quizás una premisa ante esta nueva situación podría ser admitir que esto no es teatro. Al menos no como lo conocemos. Pero puede ser algo más.
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