Frecuentemente nos encontramos con posts en las redes sociales donde las vacas sagradas del gremio presumen: X años de TRAYECTORIA ININTERRUMPIDA. O seguramente nos ha tocado que en las convocatorias sea un requisito tener un mínimo de X años de TRAYECTORIA ININTERRUMPIDA.
¿Por qué es un logro tener una trayectoria ininterrumpida en esta carrera?
A todos nos han dicho que ésta es una carrera de resistencia, y parece una metáfora muy cliché, pero con el tiempo uno se va dando cuenta de que realmente lo es.
Se pensaría que es una carrera de resistencia porque hay mucha competencia. Y sí la hay. Pero eso no es lo más difícil de aguantar.
Nadie te dice que también tienes que resistir los grandes bajones que vienen cuando no tienes tanto trabajo como tu quisieras o porque no estás trabajando con los directores que esperabas. Ni tampoco nos dicen lo difícil que será superar todos los obstáculos para levantar tus propios proyectos porque, además, tienes que luchar por seguir estando en el medio teatral para no desaparecer. O lo doloroso que será darte cuenta que el arte no es tan indispensable como pensabas (y la prueba de fuego es que durante una pandemia tu arte es lo más prescindible). O qué tal resistir el darte cuenta que llevas años haciendo teatro independiente y aun así no logras vivir del teatro.
¿Vivir del teatro es posible?
Yo conozco unos cuantos actores que realmente logran vivir de hacer teatro (y este año quién sabe si lo lograron). Pero son aquellos actores que acaparan la cartelera del teatro de la CDMX teniendo funciones de lunes a domingo bien pagadas, debido a que esos 4 o 5 proyectos simultáneos tienen apoyo de EFITEATRO, porque solo así es como se le puede pagar dignamente a un actor. Mientras que hay otro montón más de actores (puedo atreverme a decir que la gran mayoría) que tienen un proyecto que tiene una temporada al año y, además, se va a taquilla; obteniendo, más o menos, $500 de paga por función. Si bien le va y si el proyecto no salió perdiendo. Porque, claro, tenemos la costumbre de pagar por hacer nuestro teatro… no de que nos paguen.
Ni siquiera las vacas sagradas, esas que tienen quiénsabecuántos años de TRAYECTORIA ININTERRUMPIDA, viven de hacer teatro. Dan clases en las grandes escuelas de actuación, dan talleres en los teatros independientes, o hacen otras cosas que les dan una base económica. Pero vivir de hacer teatro, no…
Entonces, si esta es una carrera de resistencia donde lo importante es permanecer, no quién llegue primero o quien corra más rápido, ¿por qué no tomar un respiro para poder seguir?
Tenía un maestro que se burlaba de los actores que terminaban poniendo un café místico en Cuernavaca. Como si eso fuera denigrante, como pensando: Pobre wey, renunció al teatro, es débil. Y la verdad, durante esta pandemia, he pensado que si yo tuviera una cafetería en Cuernavaca o un terreno propio en cualquier lugar o un negocio o cualquier otra cosa que me dé una especie de estabilidad, no me sentiría tan perdida en estos momentos.
Y esta reflexión no se trata sobre la inestabilidad del teatro, porque acepto que es intrínseca a este arte, lo cual, a su vez, es bastante seductor. Sin embargo, la reflexión va más hacia un verdadero cuestionamiento de las condiciones de trabajo de esta profesión que elegí y la evidente decadencia que se ha visto en el teatro este año.
En la escuela te dicen que la cosa está muy difícil acá afuera, pero nunca te dicen que muy probablemente no vas a poder vivir del teatro. Mucho menos te orientan a que vayas pensando que vas a hacer para sobrevivir, porque eso sería un panorama muy escéptico. Pero quizás también deberíamos darle importancia a eso.
La economía insostenible para nuestro medio es una realidad y eso también se tiene que resistir. Porque no solamente tienes que competir con el montón de actores que están a tu alrededor y que quieren conseguir lo mismo que tú. También tienes que preocuparte por sobrevivir, por hacer otra cosa para sobrevivir, porque esto que estás haciendo no te da de comer y pues no vivimos del aplauso.
Entonces quizás sí habría que prepararnos desde antes de salir de la escuela para el peor panorama: no vivir del teatro.
Hace un año que no actúo. No sé cuándo vaya a volver a actuar. Se podría decir que mi trayectoria se interrumpió.
Pero entonces ¿si no actúo por uno o tres años ya no soy actriz? ¿Ya se fue a la basura todo lo que estudié y todo lo que he aprendido? ¿Ya no cuenta todo lo que había construido? Me gusta pensar que no, que mi trayectoria no se ha interrumpido. Me gusta pensar que yo SOY actriz, actúe o no actúe. Esté en cartelera o no. Escribiendo crítica o vendiendo pasteles. Me gusta pensar que mi ser actriz está ahí, esperando estallar cuando vuelva a pisar un escenario. Dicen que lo que bien se aprende nunca se olvida, ¿no? Y mucho menos si forma parte intrínseca de ti.
Yo no sé si esto signifique que nunca voy a volver a actuar, o que mi vida en el teatro se acabó, como tantas veces he pensado en esta cuarentena. Pero, para mí, este es un momento álgido en el que es una prioridad poder tener una base que me permita hacer teatro sin tener que preocuparme por si voy a comer.
Supongo que es en el camino que uno se da cuenta que quizás es necesario construir un barquito con el cual puedas flotar durante las mareas abrumantes del sentirte insuficiente o para naufragar durante esas épocas de sequía, como una cuarentena…
Sí amo hacer teatro, y creo que mi ser siempre buscará hacerlo, pero uno se da cuenta que el teatro no es la vida y que del teatro no se puede vivir. Sí, ésta es una carrera de resistencia, pero la pregunta sería ¿cómo la vas a resistir?
Fernanda, la Tancha, Albarrán
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